jardinería

Ángel Covelo
 

Tulipán y otras cosas

En el siglo XI un musulmán toledano de nombre Ibn Massal trae unos bulbos de Turquía e Irán para su cultivo en “Al-Ándalus”, que se sepa, aquí, no tuvo mucho éxito, pero la que montó en los Países Bajos no tiene desperdicio.

Los bulbos eran de tulipán, una planta herbácea oriunda de Asia Central y de Turquía donde adquiere el valor de plantas divinas, le llaman “lale” y, escrito en árabe, tiene las mismas letras que “Allah”. Dado que la religión no les permite imágenes de animales ni seres humanos y están aceptadas las de plantas, no es raro ver representaciones de tulipanes en las vidrieras y paredes de las mezquitas e, incluso, en cerámicas y en la túnica de algún sultán como Mehmed II.

Corría el año 1554 y el embajador austríaco en Estambul, de nombre Ogier de Busbecq, vio a un señor que adornaba el turbante de su cabeza con una flor, curioso le señala la cabeza y le pregunta por el nombre, el buen hombre pensando que se refería a su sombrero, le contesta: tülbent, es decir turbante, la pobre flor pasó a la historia con el nombre de tülbent que degeneró a tulipán. El señor de Busbecq era un amante de las flores y no paró hasta conseguir unos bulbos de tulipán que fueron a parar a los Jardines Imperiales de Viena. Entre las amistades de este hombre se encontraba Carolus Clusius, un botánico e investigador sobre las propiedades de las plantas y el tulipán, tenía muchas y, entre otras, era excelente para cuajar la leche en la producción de queso. Clusius insistió al embajador para que le cediera unos bulbos, consiguiéndolo finalmente, se los llevó a Holanda y los plantó en su jardín, guardándolos celosamente, hasta que una noche… se los robaron. No se sabe si los ladrones eran como Robin Hood y los repartieron o, por el contrario, los vendieron convenientemente, porque nunca fueron descubiertos.

En aquella época los Países Bajos estaban en bonanza económica, Ámsterdam era un centro mundial de comercio, gracias en gran parte a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, de tal manera que sus habitantes adinerados querían que todos supieran de su riqueza, compraban mansiones con los jardines de lo más llamativo en los que destacaran las flores más exóticas. Ahora estaba en el mercado la planta objeto del deseo, el tulipán, pero adquirirlos no era labor fácil pues eran muy escasos y los caprichos salen caros.

Los Países Bajos tienen un territorio pequeño, que agrandaron ganándole terreno al mar, se aportaba tierra y se mezclaba con la arena de las dunas haciendo un sustrato de cultivo excelente para esta planta, aparecieron nuevas variedades y los cultivadores se frotaban las manos ante los pingües beneficios y, para complicar más la cosa, alguien obtiene una variedad rayada, nadie lo puede creer, el precio exorbitante. Son casos muy raros y los cultivadores buscan formas, en su mayoría de lo más peregrinas: meter los bulbos en vino tinto para ver si salían de su color, cultivarlos con estiércol de cerdo, vaca, caballo y un largo elenco zoológico, todo con nulo resultado, eso sí de vez en cuando aparecía un tulipán rayado. Hace poco tiempo se descifró el enigma, se debía a que los pulgones infectaban los tulipanes con un virus y eran los responsables de las flores con rayas o manchas.

La gente empezó a hacer locuras, los precios no hacían más que subir y el tulipán se convirtió en una gran inversión, se cambió un bulbo de tulipán por una mansión en el centro de Ámsterdam, otro lo hizo por 24 cerdos, dos molinos y una tonelada de mantequilla, hasta un tercero cambió un bulbo por una fábrica de cerveza. El más preciado era el “Semper augustus” que se cotizaba a 6.000 florines cuando el sueldo medio anual era de 150 florines –equivale a 40 años de duro “curre”-, era un tulipán rojiblanco, como la camiseta del Atleti. Lo que era un negocio de taberna se fue convirtiendo en algo especulativo llegándose a comprar “bulbos del futuro”, es decir: nada, la gente hipotecó sus propiedades para poder invertir y seguir “ganando dinero a espuertas”.

Un buen día muere un hombre dejando 7 huérfanos y una herencia de 99 bulbos de tulipán. El fiscal decide que lo mejor es que se vendan y los niños tengan efectivo y no bulbos, salen a subasta el 5 de febrero de 1637 y alcanzan los 90.000 florines, gracias al fiscal los huérfanos estaban en el sitio idóneo en el momento más oportuno.

Al día siguiente, 6 de febrero, se subasta un lote de medio kilo de bulbos por un precio de salida de 1.250 florines y nadie puja. La burbuja había estallado. Los que tenían bulbos, no tenían nada, los que tenían documentos de compra, un monte de cromos de papel mojado. Esta es la primera burbuja documentada de la historia.

El tulipán es un género de unas 150 especies de plantas herbáceas y bulbosas, pero las que cultivamos derivan de la Tulipa gesneriana de la que hay multitud de variedades. Los bulbos aguantan temperaturas bajo cero y el frío es conveniente para su floración que suele ocurrir antes del mes de mayo, deben plantarse a una distancia mínima de 10 cm. entre si. Se esperará a que seque la planta para recuperar los bulbos para el año próximo, y deben guardarse en sitios secos y oscuros.