medio ambiente

Maruxa Pérez Vázquez

presidenta de aproema_

 

Huella de carbono en los materiales de construcción

Concepto general: Huella de Carbono

La Huella de Carbono es un indicador ambiental que pretende reflejar «la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto». Es medido llevando a cabo un inventario de emisiones de GEI o un análisis de ciclo de vida según la tipología de huella, siguiendo normativas internacionales reconocidas, tales como ISO 14064, ISO 14069, ISO 14067, GHG Protocol, PAS 2050, PAS 2060, ISAE 3410, ISAE 3000 o EMAS. La huella de carbono se mide en masa de CO2 equivalente. Una vez conocido el tamaño de la huella, es posible implementar una estrategia de reducción y/o compensación de emisiones, a través de diferentes programas, públicos o privados.

Contribución del sector de la construcción a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)

Las emisiones de gases de efecto invernadero provienen en un 35 % de la energía, en un 24 % de los usos del suelo, en un 21 % de la industria, en un 14 % del transporte y en un 6,4 % de la construcción.

El entorno urbano construido representa aproximadamente el 70 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. Las ciudades también consumen la gran mayoría de nuestros recursos naturales. Además, las áreas urbanas están creciendo rápidamente. Se construirán más de 230 mil millones de metros cuadrados de nuevos desarrollos urbanos en todo el mundo durante los próximos 40 años.

El rumbo general que debería tomar el sector de la arquitectura y la construcción para encaminarse hacia la década decisiva podría estar basado en el siguiente decálogo:

    • Disrupción ante el hecho de que las reglas de juego están cambiando radicalmente.
    • Orientar el conjunto de los esfuerzos a reducir el consumo energético y, por tanto, construir consumiendo menos energía; reducir el consumo de los edificios durante su vida útil, especialmente en climatización, otorgando prioridad a métodos pasivos frente a los activos; minimizar la nueva construcción en países sobredotados, como es el caso de España; desarrollar políticas que permitan optimizar la riqueza material ya producida, e idear una lógica de materiales abundantes y próximos, y así reducir la huella de transporte de los materiales con que se construye.
    • Producción de energía renovable, de modo que los edificios se conviertan en estructuras que también aporten, en la medida que puedan, al mix energético renovable. Fotovoltaica y solar térmica en los techos, pero también explorando las posibilidades de la geotermia y la aerotermia.
    • Ahorro de agua. A medida que avance el cambio climático el agua será un bien cada vez más escaso y, por tanto, habrá que idear edificios que minimicen pérdidas y, si es posible, que cierren el círculo del agua mediante el reciclado y la depuración de aguas grises.
    • Gestión de residuos, en el que serán procesos clave el compostaje de la materia orgánica, la minimización de residuos de la construcción y el reciclado de otros residuos.
    • Resistencia ante fenómenos climáticos extremos.
    • Seguridad biológica.
    • Economía del compartir y prácticas sostenibles. A la hora de diseñar o rehabilitar edificios se convertirá en imprescindible habilitar espacios comunes.
    • Estructuras de protección costera y equipos de trabajo especializados en el traslado de edificios singulares. De hecho, puede que aparezca una industria destinada a reciclar materiales procedentes de edificios que se hayan tenido que abandonar.
    • Nuevo paradigma en la ordenación del territorio: limitar la expansión urbana, limitar el hábitat disperso, inversión en transporte público, desarrollo del ferrocarril de mercancías.
    • Diseño del territorio que deje espacio de suelo para tres usos fundamentales: producción de energía, sector primario ecológico y la reforestación.

La importancia del hormigón a las emisiones de GEI

El hormigón es el material de construcción más empleado en el mundo, y tras el agua, es el producto más consumido del planeta. Cada año, la industria del hormigón emplea 1,6 billones de toneladas de cemento, 10 billones de toneladas de roca y arena y un billón de toneladas de agua. Cada tonelada de cemento, requiere 1,5 toneladas de roca caliza así como del consumo de combustibles fósiles, con un coste ambiental de 1 tonelada de CO2 emitida por cada tonelada de cemento producida. Debido a este alto coste ambiental, las cementeras están ajustando los procesos de fabricación para reducir y compensar las emisiones, instalando superficies de carbonatación en las chimeneas, o mediante algas que se alimentan de humos ricos en Dióxido de Carbono.

El sector cementero es responsable de alrededor del 5% de las emisiones de CO2 mundiales (Humphreys and Mahasenan 2002). Además, en distintas etapas del proceso de fabricación se producen partículas (polvo), emisiones de óxidos de nitrógeno y azufre, así como compuestos orgánicos volátiles y metales pesados. Conviene indicar también, que a lo largo de todo el proceso de fabricación y aplicación se consumen grandes cantidades de agua.

Aunque la producción del hormigón implique una cantidad alta de emisiones de CO2, hay que destacar que para la construcción el hormigón es un material de versátil, durable y resiliente que está disponible localmente a lo largo de toda Europa, por ello si tenemos en cuenta el impacto de ciclo de vida total, que incluye la extracción de materias primas, la producción y el transporte, el edificio en uso, su periodo útil y su durabilidad, y el final de su vida útil, podemos concluir que por ejemplo en los edificios el hormigón representa un impacto global en términos de huella de carbono elevado aunque en cierta medida compensado por la larga vida y su capacidad de reciclaje.

Por otra parte, hoy en día, se trabaja en dos líneas para reducir su impacto: reducir la cantidad de cemento en la mezcla del hormigón (p.e. aumentando el número de días de maduración necesarios para obtener la resistencia de diseño) y su sustitución por puzolanas industriales o subproductos como las cenizas volantes, humo de sílice y escorias.

También, se mejora la huella de carbono al utilizar, en lugar de combustibles minerales, residuos en los hornos de clínker en los que es frecuente y viable la introducción de neumáticos usados, aceites usados y disolventes, harinas de carne y hueso, plásticos no reciclables, papel, cartón y restos de embalaje, lodos de depuradora, residuos de madera procedente de actividades de demolición, etc., siempre que el horno cuente con los medios de depuración de gases exigibles para garantizar la calidad del aire.

Los edificios son responsables del 36% de las emisiones de CO2 en la UE y del 40% del consumo energético. Cuando se tiene en cuenta el ciclo de vida total de un edificio (incluyendo la producción del material y la construcción), la fase de uso (calefacción, aire acondicionado, iluminación, etc.) suele suponer el 80% de las emisiones de CO2. En este punto es en el que el hormigón puede aportar una contribución muy positiva, siempre que se haya producido con criterios de eficiencia energética, de consumo de agua y de uso de material reciclado. Y, no obstante, debe estudiarse concienzudamente la huella de carbono de la obra que se vaya a desarrollar, desde su propio diseño, para utilizar los materiales de la construcción que, respondiendo a las necesidades del proyecto, represente la menor huella de carbono observando todo su ciclo de vida, desde la “cuna hasta la sepultura”.

Cómo mejorar la Huella de Carbono a través de la elección de los materiales de la construcción

Los materiales de construcción sostenibles son fundamentales; deben atender a la lógica de la economía circular, respetando y entendiendo el ciclo de vida de los edificios, la calidad del aire y el equilibrio con el medio ambiente y sus recursos naturales.

Hay que tener en cuenta los procesos de reconstrucción y demolición en la concepción inicial de los diseños, utilizando criterios de eco-diseño y estrategias sostenibles. Por ello es recomendable que cumplan los siguientes requisitos:

    • Materiales de nula emisión de gases tóxicos que respeten la calidad del aire interno de los edificios y la atmósfera; sin halógenos ni metales pesados, que rechacen propagación de llamas.
    • Incidir en la importancia del reciclaje y en la superación de la concepción lineal de la fabricación: materiales reciclados y reciclables.
    • La cercanía de los productos implicará menores gastos de transporte y, obviamente, se reducirá el impacto ambiental de éste.
    • El rechazo de maderas procedentes de cultivos o ámbitos no sostenibles.
    • Utilizar pintura de base acuosa, transpirable y con sello medioambiental; la cual pueda garantizar su compromiso con el desarrollo sostenible.
    • Fomentar el uso de materiales reciclados y orgánicos de baja volatilidad. Así como la apuesta por materiales de aislamiento compuestos por fibras naturales.

Puntualizar que los materiales aplicados a la construcción sostenible suelen ser duraderos, no requieren un gran mantenimiento que consuma muchos recursos y tienen al menos las “tres R” de la economía circular: reutilizable, reciclable, recuperable.

Recordar también que utilizar la Huella de Carbono también nos ayuda a potenciar económicamente el negocio de la construcción ya que la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, dice: “Se establece la obligación de los órganos de contratación de velar que el diseño de los criterios de adjudicación permita obtener obras, suministros y servicios de gran calidad, concretamente mediante la inclusión de aspectos cualitativos, medioambientales, sociales e innovadores vinculados al objeto del contrato.”