Aproin Digital 161 / Energías Renovables  

energías renovables

José María González Moya

director general de appa renovables_

 

El impulso renovable nacional, una oportunidad para Galicia

Tras un convulso 2020, en el que la gestión de la pandemia centró las actividades regulatorias del Gobierno, el arranque de 2021 ha supuesto un impulso a la agenda medioambiental y renovable. La aprobación de la versión definitiva del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) y la luz verde del Congreso a la Ley de Cambio Climático hacen que el sector renovable coja impulso hacia los objetivos marcados a medio plazo (2030) y largo plazo (2050).

2021 arrancó con un mes de enero complicado, con el efecto de la fuerte borrasca Filomena, que disparó los consumos eléctricos y fue testigo de altos precios eléctricos. A pesar de lo que se comentó en aquellos días, las renovables tuvieron un gran comportamiento, suministrando más del 50 % de la electricidad los días 9 y 10 de enero. Una de las principales preocupaciones de los ciudadanos, el precio de la electricidad, sufrió grandes variaciones en ese mes tan convulso: de los 94,99 €/MWh que se pagaron el 8 de enero a la cifra de 1,42 €/MWh del día 31.

¿Tenemos que acostumbrarnos a estas variaciones de precios? La respuesta dependerá de cómo afrontemos la Transición Energética. Tal y como se ha demostrado, los altos precios puntuales que se han marcado en este comienzo de año obedecen a subidas de los precios del gas y a la cotización del CO2, aunque, si no desarrollamos nuestro mix renovable de una forma equilibrada, los responsables futuros pueden perfectamente ser las energías renovables.

Un desarrollo equilibrado de nuestros recursos renovables nos permitirá disfrutar de todas las ventajas y pocos inconvenientes pero, si marcamos el precio como el único factor decisorio, es posible que nos encontremos con el efecto contrario: buscando un sistema económico nos encontraremos, a la larga, con un sistema caro. Esta paradoja tiene una fácil explicación. La tecnología fotovoltaica es, hoy en día, la más competitiva en costes. Con una reducción de costes del 90 % en el período 2009-2020 (Informes de LCOE de Lazard), la energía solar ha liderado la carrera de la competitividad. ¿Qué ocurriría si, buscando un menor coste de la electricidad, descompensáramos el sistema a favor de esta tecnología? Debido a sus características y al carácter marginalista de nuestro mercado eléctrico tendríamos horas centrales del día con precios muy bajos –con mucha mayor oferta que demanda– y horas nocturnas a precios altos. Esto pondría en peligro la viabilidad económica de las propias instalaciones fotovoltaicas, se daría la paradoja de que las plantas más competitivas y que bajan el precio del mercado, siempre estarían cobrando esos precios bajos mientras otras tecnologías recibirían una retribución mayor por su generación.

La búsqueda de un sistema renovable equilibrado

Para que no se den este tipo de efectos perniciosos, debemos planificar con cuidado nuestra Transición Energética. Sabemos que un mix en el que eólica y fotovoltaica se integran de forma ordenada proporciona una generación más ajustada a la demanda, viento y sol son complementarios, tanto en el ámbito diario como a nivel estacional. A estas dos tecnologías, ya competitivas sin retribución adicional, tendríamos que sumar energías renovables que sean gestionables como biomasa, hidráulica o solar termoeléctrica con almacenamiento. De esta forma, en los momentos en los que no tengamos sol ni viento, seguiremos disfrutando de la electricidad renovable.

Esto cobra importancia en la próxima década, ya que en 2030 el 74 % de nuestra electricidad deberá ser renovable. Y se antoja crítico para el objetivo a largo plazo: en 2050 el 100% de la electricidad será limpia. La hibridación –el uso de distintas tecnologías en un mismo proyecto– o el almacenamiento serán claves para alcanzar estas metas. El propio PNIEC prevé 2.500 MW adicionales de almacenamiento en nuestro sistema eléctrico para 2030, a los que hay que sumar un mínimo de 400 MW de almacenamiento detrás del contador para ese año. Este tipo de almacenamiento, muy relacionado con el autoconsumo, es una de las vías que tenemos para poner al consumidor en el centro de nuestro sistema.

La gran evolución de nuestro sistema energético

Las energías renovables, gracias a su presencia en todo el territorio, facilitan la generación distribuida. Uno de los ejemplos más claros es el autoconsumo. El año pasado, se instalaron más de 620 MW de esta modalidad de generación. Gracias a esta modalidad, 2020 fue el segundo mejor año para esta tecnología, 2.633 MW de energía solar fotovoltaica se instalaron conectadas a red y 623 MW en instalaciones de autoconsumo.

El autoconsumo, junto con el almacenamiento o el vehículo eléctrico, están dotando al consumidor de las herramientas necesarias para producir y gestionar su propia energía. De esta forma, alguien sin conocimientos técnicos, puede consultar en su teléfono móvil cuál es la producción, en tiempo real de sus placas fotovoltaicas, gestionar cuándo almacena la energía o cuándo carga su vehículo. Todo esto conforma una revolución energética impensable hace apenas diez años.

Los retos del futuro energético

Si hasta ahora hemos hablado de electricidad, el gran reto a futuro de las energías renovables es la transición en el resto de ámbitos. El sistema eléctrico ha demostrado su gran capacidad para integrar estas energías. En 2020, el 44 % de nuestra electricidad fue renovable, récord que en 2021 volveremos a superar. Sin embargo, los grandes retos son los usos térmicos y también la movilidad. Sectores, de los llamados difusos, donde es más compleja la integración renovable.

La electricidad supuso en 2020 el 24,1 % de nuestra energía, un dato que, debemos recordar, se produjo en un escenario de reducción de desplazamientos (y menor uso de productos petrolíferos) debido a la pandemia. El 75,9 % de nuestra energía es, por tanto, no eléctrica.

La biomasa es el recurso energético más importante cuando hablamos de usos térmicos: el 90,9% de los usos térmicos renovables se satisfacen en España con biomasa. Y los biocombustibles, junto con la electrificación del transporte, son las únicas vías para hacer sostenible nuestro contaminante parque automovilístico y dejar de depender de las importaciones fósiles para nuestra movilidad.

La oportunidad renovable de Galicia

Según el Estudio del Impacto Macroeconómico de las Energías Renovables en España, Galicia se consolidó en 2019 como la segunda Comunidad Autónoma con mayor instalación renovable. Solo superada por Castilla y León, Galicia tiene en la energía eólica y la hidráulica sus mayores fortalezas. Adicionalmente, la riqueza biomásica de Galicia la convierte en una de las Comunidades Autónomas con mayor recurso renovable y, lo que es también muy importante, con mucha diversidad. Las 3.000 horas de sol que disfruta Galicia no están tan alejadas de las 3.500 horas que tiene Andalucía, por lo que la energía solar (para generación eléctrica y usos térmicos) también está a nuestra disposición.

La Transición Energética no solo nos dotará de energía sostenible, también nos permitirá reactivar nuestras industrias y generar empleos de calidad vinculados a energías autóctonas. El desarrollo de la eólica marina, donde una compañía gallega como Greenalia se está posicionando de forma decidida, impacta en numerosos sectores como los astilleros, tan necesarios para la eólica flotante que, poco a poco, está alcanzando también precios muy competitivos.

Galicia posee grandes recursos renovables y su aprovechamiento será muy positivo para la economía gallega pero el verdadero salto cualitativo para la economía vendrá de la mano de la industria, de convertirse, a nivel internacional en un referente en estas energías.

En este 2021 hemos sido testigos del anuncio de diversas salidas a Bolsa por parte de compañías renovables. No es casualidad que una empresa gallega, Ecoener, haya encabezado este importante paso. Galicia, a través de su entramado empresarial y con la utilización de sus envidiables recursos renovables, debe convertirse en una de las puntas de lanza de la energía renovable nacional.