Aproin Digital 134 / De viaje como viajeros  

DE VIAJE COMO VIAJEROS

Manuel Fernández Díaz

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Namibia: África de otro color

Namibia es un joven país acostado sobre el océano Atlántico en el suroeste de África, con unas grandes dimensiones, pero poblado por menos de 2 millones de personas. En este artículo queremos mostrarles algunos de sus lugares más destacables a lo largo de su estrecho, pero largo territorio:

  • En el norte, el Parque Nacional de Etosha, una inmensa selva virgen;
  • Al noroeste Damaraland, con tribus perdidas y petroglifos de más de 6.000 años de antigüedad;
  • En el centro geográfico del país, Windhoek, la capital del país;
  • En centro, sobre la costa atlántica, la ciudad balnearia de Swalopmund y Walvis Bay;
  • Y en el centro sur, el gran desierto del Namib, y las dunas color melocotón de Sussusvlei.

Ethosa National Park, un gran mundo para safaris

El Parque Nacional de Etosha, situado en el centro norte de Namibia, es uno de los más grandes del mundo, con una extensión de 22.270 km², y una longitud máxima de este a oeste de 350 kilómetros. La separan de Windhoek, 400 kms de una nueva, y rectilínea carretera, con muy poco tráfico, y solo 4 horas y media de recorrido, paradas incluidas.

Mujeres herero

La primera parada que aconsejamos será en Okahandja, tierra de hereros, en la confluencia de dos ríos. Este es uno de los puntos que los nativos han elegido para plantar sus tiendas y fabricar su artesanía. Solo entrar en el pueblo, dos largas hileras de chozas conforman una larga calle de artesanos y sus familias. Resulta una parada muy interesante, donde los viajeros encontrarán buenas piezas de artesanía nativa, y donde les aseguro que el antiguo arte del regateo brotará por sí mismo de forma espontánea.

Mujer herero

Bien exprimidos, día y medio son suficientes para conocer Etosha National Park. A bordo de vehículos 4 x 4, y guiados por los expertos rangers, recorreremos este parque donde se han contabilizado 114 especies de animales, 340 de pájaros, 110 de reptiles, 16 de anfibios y una de pez bastante sorprendente. Entre los grandes mamíferos se han contado 250 leones, 300 rinocerontes, 2.000 elefantes, 2.500 jirafas, 6.000 cebras, y un número indeterminado de guepardos, servales, chacales y perros salvajes. Entre los antílopes, el más abundante es la gacela saltarina, conocida como springbok, con más de 20.000 ejemplares; la población de antílopes se complementa con impalas de cara negra, kudus, orix, kobos de agua, alcéfalos, eland y ñus. Además, Etosha ofrece todo eso que solo África te puede aportar: olores, sonidos y colores que ni imaginamos que podían existir. Con una cámara de fotos en la mano, al cabo de media hora de estar de recorrer la sabana, te habrás convertido en el más ávido cazador de las increíbles imágenes que en Etosha suceden a diario.

Damaraland: Tribus Himba, y Petroglifos de Twyfelfontein

Finalizada la estancia en Etosha el siguiente objetivo será Damaraland en la región de Kunene. En 1970, en pleno régimen del apartheid, el gobierno blanco de Sudáfrica crea en el noroeste de Namibia un enorme gueto destinado a recluir y aislar a todos los miembros de las tribus de etnia damara. Tras casi 20 años, Damaraland y los demás guetos, fueron abolidos en mayo de 1989, al iniciarse la transición hacia la independencia de Namibia.

Mujer himba 

En este territorio, también encontraremos tesoros como las tribus HIMBA, y los antiquísimos petroglifos de Twyfelfontein. Los HIMBA son el único grupo étnico de Namibia que conserva su original estilo de vida desde hace varios siglos. Las mujeres y los hombres Himba, aparte de un básico taparrabos, no llevan otra ropa, pero usan gran cantidad de collares y brazaletes. Las mujeres se distinguen por los enrevesados estilos con que arreglan su cabellera; y para protegerse del intenso sol, untan su cuerpo con una masilla que obtienen mezclando ocre, manteca y hierbas, dando a su piel un característico color rojizo. Son muy hospitalarios y la visita resulta altamente enriquecedora.

Mujer himba en su poblado

Otra visita inexcusable en Damaraland será Twyfelfontein. Se sitúa en el antiguo valle de Huab en la región de Kunene, y conserva una multitud de pinturas y grabados rupestres, testimonio silencioso de los primeros cazadores-recolectores desde hace más de 6.000 años. La zona era un lugar de culto y se utilizaba como escenario de rituales de chamanes. Para preservarla, fue declarada Patrimonio de la Humanidad de Namibia, en junio del 2007. Inmerso en un escenario con una antigüedad geológica superior a los 260 millones de años, superior a la era de los dinosaurios, sus rocas rojizas de piedra arenisca, dispersas entre las laderas de la montaña, aparecen cubiertas por dura pátina, que debió de obligar a los artistas, probablemente cazadores, a realizarlas cincelando el vidrio pulverizado que cubre las rocas. Con el paso de los centenares de años, la pátina se ha reformado protegiendo los grabados de la intemperie. En muchos de ellos podemos distinguir un pie o una mano del artista, que representan su firma. Existen 17 zonas con un total de 212 losas de piedra cubiertas con grabados, cincelados por habitantes de la Edad de Piedra. Los más famosos son: gran cantidad de jirafas cinceladas hasta su último detalle; facocheros; gran cantidad y variedad de antílopes; e increíblemente, los hipopótamos, que actualmente, el más cercano debe de estar a más de 4.000 kms de aquí.

Costa Esqueletos, colonia de focas de Cape Cross, Swakopmund y Walvis Bay

Tras Damaraland, nuestro camino deberá dirigirse directo hacia el oeste, buscando el océano Atlántico, y su famosa Skeleton Coast (La Costa de los Esqueletos), que recorre 400 kilómetros de costa bañada por la fría corriente de Benguela, a solo 12 grados, que al contactar con las arenas del desierto a casi 50º, produce densas nieblas oceánicas la mayor parte del año. Esta niebla, a lo largo de la historia ha provocado decenas de naufragios en estas costas, pobladas de esqueletos de barcos naufragados. Este es el motivo de tan escabroso nombre “La Costa de los Esqueletos”. Recorreremos una pista (a veces de tierra compactada y a veces asfaltada), en un escenario realmente impresionante.

Sobre esta misma costa, a unos 145 kilómetros de la ciudad balneario de Swakopmund, encontraremos uno de los más impresionantes espectáculos de fauna marítima salvaje que el mundo puede ofrecernos. En Cape Cross tiene lugar la mayor reunión permanente de lobos marinos de toda África, más de 150.000 focas, que aumentan hasta 250.000 en época de cría o de apareamiento. Centenares de focas moviéndose entre la playa y el mar, o cabalgando sobre el brioso y fuerte mar… Y cientos de crías absolutamente negras disfrutando de sus madres, o buscándolas desesperadamente en medio de esta auténtica jauría. Y en medio de todas ellas, algunos chacales de lomo negro, que cual oportunistas asesinos, tratan de localizar a bebés de foca que han perdido a sus madres, y preparándose un festín.

Este recorrido por la costa atlántica de Namibia finalizará visitando las ciudades vecinas de Swakopmund y de Walvis Bay, separadas por solo 28 kilómetros de buena carretera.

Walvis Bay descubierta por Bartolomeu Dias en 1487, en sus orígenes fue colonia inglesa, y un importante puerto marítimo. En la actualidad es la tercera ciudad en importancia económica del país, y cuenta con unos 85.000 habitantes. La ciudad carece de glamur, pero en sus calles y en su puerto la riqueza se hace palpable. Curiosamente, en Galicia Sur se la conoce “como la ciudad más gallega de África”, pues son varias las empresas viguesas de pesca o elaboración de pescado que han fijado una base en este importante puerto.

Swakopmund, actualmente con unos 45.000 habitantes, fue fundada en 1892 como el puerto principal del África del Sudoeste Alemana. En la actualidad es el primer balneario de Namibia y es uno de los mejores ejemplos conservados de la arquitectura colonial alemana en el mundo. Aquí se reúne el mayor glamur de Namibia, y en ella se pueden encontrar las mejores tiendas de ropa o muebles, e interesantes restaurantes.

Windhoek, la capital

Windhoek, es la pequeña y moderna capital de Namibia, con una población de 300.000 habitantes, de los que un 19% son descendientes de alemanes, un 6% de afrikáners y el resto, una gran mezcla de etnias autóctonas como ovambos, hereros, namas, y otras tribus nativas.

En 1885, Alemania ocupó la región y la transformó en la capital colonial de África del Sudoeste Alemana (Deutsch-Südwestafrika). Durante la Primera Guerra Mundial, Windhoek fue capturada por tropas sudafricanas y se convirtió en un dominio británico. Hasta que llegó la independencia en 1990, se la conocía como la capital del África del Sudoeste administrada por el gobierno sudafricano. Hoy sigue siendo la capital, pero ya de la República de Namibia.

El desierto del Namib: Naukluft National Park

Pero si algo confiere a Namibia el carácter de único, es la increíble belleza de su desierto del Namib y la reserva nacional de NAUKLUFT- SOSSUSVLEI.

El viaje hacia ese paraíso, podrá iniciarse en avioneta desde el pequeño aeropuerto de Swakopmund. Por una cantidad razonable de dinero, a partir de 4 personas podremos alquilar una, para sobrevolar a baja altura los 400 kilómetros sobre las increíbles dunas de arena y las montañas rocosas del desierto que nos separan del objetivo. Finalmente nos posaremos suavemente sobre las arenas, junto al lodge Le Mirage Dessert Lodge and Spa, una verdadera joya de la hotelería de safari en pleno desierto, que reúne todas las comodidades (incluidos un frondoso jardín con buena piscina y un gran jacuzzi), y un cálido servicio que cada noche nos ofrecerá una fiesta autóctona tras la cena.

El Namib-Naukluft National Park abarca la cordillera Naukluft, y parte del desierto del Namib (considerado el desierto más antiguo del mundo). Posee una superficie de 49.768 km2, lo que lo convierten en el parque de safaris más grande de África, y el cuarto mayor del mundo. Su zona más conocida es el parque de dunas color melocotón llamado Sossusvlei. Lo habitan una sorprendente colección de criaturas que sobrevive en esta hiperárida región, incluyéndose serpientes, hienas, chacales, oryx, avestruces, gacelas saltarinas y los más variados e inusuales tipos de insectos. Toda la humedad que llega del Atlántico en forma de niebla, apenas suponen 106 milímetros de lluvia al año. Y esos mismos vientos que traen la niebla, también son responsables de crear las imponentes dunas de arena, de este increíble color.

Para recorrer la zona, recomendamos un par de días.

Tras un relajante baño en la piscina del hotel, cuando el sol comience a perder su fuerza y la temperatura sea perfecta, será el momento de salir en 4 x 4 abierto a recorrer la zona. Nos encontraremos en el desierto de Namib, en la indómita sierra de Naukluft, moviéndonos por caminos impensables, en ocasiones de montaña, o en ocasiones sobre la arena, según las rutas diseñadas por un aventurero belga mozambiqueño, que vive en Namibia. La belleza salvaje y fuerte de este desierto es difícilmente comparable a nada. Finalmente, en una colina sobre un pequeño valle, nuestro amigo el aventurero y sus ayudantes, desplegarán una mesa, y tras cubrirla con un blanco mantel, nos ofrecerán un espléndido aperitivo campestre, regado con buen vino sudafricano y deliciosa sangría namibia. El sol comenzará a ocultarse y la paleta del pintor comenzará a enloquecer para poder reflejar los colores más inverosímiles que nos está ofreciendo la naturaleza.

Pero la joya más deseada es el desierto del Namib Sesriem, y los 75 kilómetros del Valle de Sossusvlei. Hora y media antes de la salida del sol, deberemos estar sobre el jeep 4 x 4 abierto e iniciar la aventura. Previo a la aparición del astro rey, el azul pálido del cielo, se tornará en un inmenso manto absolutamente rojo, transformándolo todo. Sossusvlei es el nombre de un salar en el Desierto de Namib central, el más viejo del mundo, conocido por las altas dunas de arena color melocotón que lo rodean, acumuladas durante más de 5 millones de años, y traídas por el río Orange desde el desierto de Kalahari. La famosa Duna 45, aun sin ser la más alta, ni la más grande, se destaca entre todas y se ha convertido en una verdadera atracción turística de primera magnitud entre el mundo de los viajeros. Subirla es como alcanzar el Inti Punku en el Machu Pichu, o escalar la Gran Muralla en China. No resulta demasiado difícil para un ciudadano medio, y la mejor hora para escalarla es antes de que el sol llegue a su plenitud. Desde lo alto podremos ver todo el valle a nuestros pies con el color rojo del desierto y de las dunas. Una visión absolutamente impresionante y única.

A partir de aquí, llegamos a un bosque de mopanes y de acacias, donde la carretera desaparece y ya solo se permite transitar a vehículos con sistema 4 x4. Votando literalmente sobre la pista de arena, llegaremos al casi mítico Dead Vlei, (el Valle de la Muerte). Nos hallaremos frente a una brillante ciénaga blanca y seca, poblada por 500 árboles muertos y petrificados de acacia espino de camello, que nos sacarán la respiración. Tras descender a la hondonada de Dead Vlei, te sentirás completamente solo ante una explanada blanca como la espuma, de más de un kilómetro de longitud, tan solo salpicada de viejas acacias, negruzcas, ya petrificadas, de 500 años de antigüedad, y rodeado de paredes de arena roja de más de 200 metros de altura, bajo un cielo de un intenso color azul cobalto.