Aproin Digital 170 / Energías Renovables  

energías renovables

José María González Moya

director general de appa renovables_

 

Renovables: el valor y el precio

En mi última intervención en estas páginas, nuestra preocupación era un máximo del precio de la luz de 152 €. Mucho ha ocurrido en pocos meses. Tanto, que la discusión ahora busca imponer un máximo legal al mercado eléctrico de 180 €. Precios que hace años eran impensables por caros, hoy son deseables por baratos y, en medio de toda esta discusión, está el modelo energético que satisface nuestras necesidades, que alimenta nuestra industria y que la hace competitiva o la saca de la competencia internacional.

La Comisión Europea lanzó a finales de 2019 el “Green Deal”, el Pacto Verde Europeo, que identificaba a las energías renovables como uno de los pilares fundamentales para la generación de riqueza y la creación de empleo en el Viejo Continente. Esos son los grandes valores de las energías renovables, junto a la contribución a la independencia energética que, de forma trágica, ha cobrado importancia en los últimos meses.

La guerra iniciada por Rusia en Ucrania no se ha producido en primavera ni en verano. No se ha producido cuando los precios de la energía estaban contenidos. Putin ha decidido invadir Ucrania cuando los mercados energéticos estaban disparados y cuando la necesidad de gas podía afectar de la peor manera a Europa. Los países europeos necesitan gas para generar electricidad, para procesos industriales y para satisfacer sus necesidades de calefacción. Si consultamos las hemerotecas, en enero de 2009 Rusia ya cortó todo el aprovisionamiento de gas a Europa a través de Ucrania, el 80 % del combustible fósil ruso se cortó como una medida de presión en medio de una ola de frío.

El gas ha sido usado en esta guerra como un arma más. Una herramienta de presión geopolítica: “no intervengáis en Ucrania porque me necesitáis como proveedor de gas”. Mientras Estados Unidos y Reino Unido dejaron de adquirir combustibles fósiles a Rusia, la Unión Europea, más cercana físicamente al conflicto no ha podido hacerlo. Somos incapaces de dejar de comprar unos combustibles fósiles de los que dependemos.

La primera medida de Europa, revolucionaria, fue aprobar el envío de 500 millones de euros en armamento para la defensa ucraniana. Cifra que palidece con otras cifras que debemos tener en cuenta. Rusia vende gas a Europa por valor de más de 100 000 millones de euros al año, unos 280 millones de euros diarios. En dos días de suministro, Rusia recibe más ingresos de Europa que ese primer envío de armamento. Para Rusia el gas es estratégico, la venta de combustibles fósiles supone el 40 % de todos los ingresos de su economía. Para España los combustibles fósiles son una sangría, el saldo negativo energético (-14 528 millones de euros), lastrado por las importaciones fósiles, fue superior al déficit de toda la balanza comercial (-13 422 millones). Hablando en plata: si no nos lastrasen las importaciones fósiles el año pasado nuestra economía habría tenido superávit en vez de déficit.

Otra de las novedades que hemos tenido en los últimos meses ha sido una propuesta de taxonomía europea en la cual la energía nuclear y el gas se clasificaban como inversiones sostenibles. A la vista de los acontecimientos, sería muy positivo que la Comisión Europea se replantease esta clasificación. No puede ser que el interés particular de algunos de los Estados Miembro condicione qué es o qué no es sostenible, especialmente si el consejo de los expertos consultados se opone a esta clasificación.

Estamos, a la vista de todos los acontecimientos, en un momento crítico para el modelo energético europeo y español. La planificación que, en 2019, era importante con el “Pacto Verde Europeo” se ha vuelto urgente en el último plan, REPowerEU, por Bruselas. En su presentación, se animaba a los europeos a llenar sus tejados de paneles fotovoltaicos para reducir la dependencia energética del gas ruso. REPowerEU mostraba un ambicioso calendario de reducción de las importaciones rusas. Mientras el gas era un “arma ofensiva” que Rusia esgrimía sobre nuestras cabezas cuan espada de Damocles, las renovables se convierten en una defensa ante una vulnerabilidad clara del Viejo Continente.

El momento, como decíamos, es crítico. La guerra de Ucrania ha venido a poner la puntilla de nueve meses de alza de los precios energéticos. Un incremento que, en el caso de los combustibles de nuestros vehículos, es mejor aceptado que en los mercados eléctricos. Si el gasóleo duplica su precio, entendemos que es “el mercado” y lo aceptamos. Si es la electricidad la que se dispara, el consumidor no lo comprende. Se cuestiona el mercado marginalista, cuando no se ha cuestionado los últimos años, en los que el tipo de mercado era el mismo y los precios estaban contenidos. O se culpa al Gobierno de “no bajar la luz”. El Gobierno, por supuesto, tiene margen de maniobra, pero las medidas que afecten a las instalaciones existentes tendrán un impacto limitado en los mercados eléctricos.

Paradójicamente, todos los analistas coincidían en que el precio de la electricidad bajaría (y bajará) a largo plazo. La introducción de energías renovables como eólica y solar, que han conseguido una espectacular reducción de costes en la última década haría que los precios de la electricidad en el mercado mayorista fueran bajos, especialmente en las horas centrales del día cuando la solar fotovoltaica alcanzase su máximo de producción. Nadie pudo prever lo que pasaría con los precios del gas, como nadie pudo predecir una guerra en Ucrania antes de que se empezasen a movilizar las tropas rusas. ¿Qué se puede hacer para bajar el precio del mercado eléctrico sin alterar sustancialmente las reglas del juego? La respuesta son las renovables.

Acelerar la entrada de energías renovables en el sistema aumentaría el número de horas en las que se cubriría la demanda con tecnologías baratas, adicionalmente, una mayor presencia de biomasa, tecnología renovable perfectamente gestionable con un gran potencial por el recurso nacional (subproductos de la industria ganadera, agrícola o forestal) permitiría cubrir el hueco térmico con centrales de energía limpia cuyo combustible no hay que comprar a terceros países y cuyo aprovisionamiento genera riqueza y empleo en nuestros campos y pueblos.

Podemos discutir durante años sobre cuál será el precio futuro de los combustibles fósiles y cuál será el precio a largo plazo de los mercados energéticos, pero lo que es indudable es que hoy podemos beneficiarnos ya del valor que aportan las energías renovables. Una apuesta decidida por estas energías, que son autóctonas, es lo que llevamos décadas defendiendo. Una lástima que hayamos tenido que sufrir una guerra para darnos cuenta. Aprendamos, al menos, las enseñanzas que estos tiempos oscuros nos brindan.