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Juan B. Pons Herrera

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Arquitectura en crisis: lecciones del devastador incendio de Valencia

El reciente incendio en Valencia, específicamente en un edificio residencial del barrio de Campanar, ha resultado una de las tragedias más dolorosas para la ciudad, dejando un saldo de 10 fallecidos hasta el momento. 

El siniestro, que se inició en la tarde del 22 de febrero de 2024, movilizó a 22 dotaciones de bomberos, 6 unidades del SAMUR, y 2 unidades de Soporte Vital Básico, demostrando la magnitud y la seriedad del incidente. Las autoridades locales y la Generalitat Valenciana han estado activamente involucradas en la gestión de la emergencia, incluyendo la activación del Servicio de Atención a Urgencias Sociales y Colaboración en Emergencia​. La tragedia ha suscitado una ola de solidaridad entre los ciudadanos, quienes han ofrecido alojamiento, ropa y alimentos a los afectados.

Investigaciones preliminares sugieren que el incendio se propagó rápidamente, probablemente debido a la fachada ventilada del edificio, aunque aún no se ha publicado ninguna investigación fiable. En un principio se difundió la noticia de que se debía al aislamiento, apuntando a que este era poliuretano (un material inflamable), más tarde se desmintió confirmando que el aislamiento de la fachada se trataba de lana de roca que ni es inflamable, ni arde, ni es combustible (los elementos elaborados con ella cuentan con las mejores certificaciones de inflamabilidad, como la Euroclase A1). Seguramente se trate de algún componente sintético del revestimiento metálico, siempre ayudado por el fuerte viento. En cualquier caso, este aspecto ha generado un debate sobre la seguridad de los materiales de construcción utilizados en edificaciones urbanas, con expertos sugiriendo que el evento podría marcar un antes y un después en las normativas de construcción en España​. Lo cierto es que la normativa actual es muy garantista.

El incidente de Valencia no es un caso aislado en lo que respecta a incendios en edificios con materiales inflamables en sus fachadas. Situaciones similares en otras partes del mundo, como el incendio de la Torre Grenfell en Londres, obligan a llevar a cabo un escrutinio más riguroso y revisar las regulaciones de construcción y los estándares de seguridad contra incendios, sobre todo en edificios con una cierta antigüedad. La tragedia valenciana subraya la necesidad de una evaluación cuidadosa de los materiales utilizados en los edificios existentes, pero no solo eso, hay que repensar cómo nuestros edificios y sus moradores se comportarán ante un incendio de esta magnitud. El envejecido parque de viviendas español tiene que ser puesto en cuestión más allá de los actuales estándares de supervisión.

Es necesario revisar caso por caso materiales y sistemas constructivos así como tomar medidas de protección contra incendios que puedan mitigar el riesgo y permitir una evacuación segura en caso de emergencia. Esto incluye la implementación de barreras ignífugas, sistemas de supresión de incendios activos, y rutas de evacuación claramente definidas y accesibles​​, algo que ya existe en la actual normativa pero no en los edificios anteriores a la entrada en vigor de la misma.

El desafío para arquitectos, ingenieros y legisladores es encontrar soluciones que integren todas estas necesidades, asegurando que los edificios no solo sean ambientalmente sostenibles y estéticamente agradables, sino también seguros para sus ocupantes en todo momento. La lección de Valencia es clara: la arquitectura debe evolucionar para priorizar la seguridad sin sacrificar otros valores fundamentales.

La arquitectura se basa en la ciencia tanto como en la intuición

Jørn Utzon

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